Erika Iñiguez Franco
DEPREDADOR SIN RIVAL
Dónde quedaron la abeja y las flores perfumadas,
y la coqueta lombriz que habitaba en la maleza,
dónde, dónde están, el tigre, el león y el gran jaguar,
el águila y el cóndor que volaban con ligereza,
sobre las colosales cordilleras escarpadas
hablan las voces de ríos y el aire huele a hedor,
el hermano búfalo muere y muere con proeza,
en manos del funesto insensible y cruel cazador
la flora y la fauna se retuercen acribilladas,
y la madre tierra vapuleada con pesar,
llora a Dios al ver su paraíso sin ruiseñor,
el hombre destruye el cielo, el mar, la tierra, su hogar.
Mis pulmones son abrazados por lenguas de fuego,
tan calientes como el frío terrible de la muerte,
respiró mortífero de asfixiante vinagrera,
el cuerpo verde se calcina y mutila el más fuerte.
Luego me convierto en objeto escultórico y pliego
de papel, con su polución de cosmos descubierto.
Dice la piedra, el hombre en depredador se convierte,
duerme despierto y dice temer a Dios con fin cierto,
si no hay flor, ave y animal que lo alerte sigue ciego,
no ve basura y se cruza en brisa a la cordillera,
un peligro latente retumba al oír a muerto...,
después no preguntes, porqué terminas en la hoguera.
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