Sunday, January 5, 2025


Chalo Rodriguez Burgos (Chalo

Rodriguez Burgos)


 ¿Cuántas personas pueden decir que son parte de otras?


Habitas en cada uno de nosotros. Desde el momento en que sentíamos que tu llave entraba en la cerradura de la puerta de la casa, era la señal de alerta, todos exclamamos: “¡Ya llega papá!”. En ese instante, comienza la desbandada: unos corren a sus cuartos para terminar de arreglarlo, otros se apresuran a la cocina o a recoger alguna escoba o ropa fuera de lugar. Sin embargo, siempre había uno que no corría (ya había perdido toda esperanza); sabía que no podría escapar de la justicia doméstica. Pero, también estaba ese otro sonido: el de unos pasos firmes y seguros, que traían consigo una sombra inmensa, cargada de una profunda alegría. Esa sombra anunciaba tu llegada, papá. Ese ser inmenso, como un árbol majestuoso, cuya benéfica sombra lo envuelve todo. El que lo sabe y lo puede arreglar todo.

Papi eres como un árbol lleno de fortaleza, has extendido tus raíces en el tiempo y en el espacio de muchas vidas, llevando tu savia y majestad. Eres un símbolo de fuerza y protección, que nos guía y nos llena de orgullo.

Hoy, los arcanos vientos han ido arrancando las hojas de tu enérgica juventud, dejando paso a tu inmensa y serena sabiduría. Esa brillantez, ralentizada, nos permite recibir el resplandor de tu experiencia en cada octava que tus inacabables manos acarician y se deslizan sobre las teclas blancas y negras. “El toque”, ese toque que te distingue y singulariza, resuena en nuestras almas como la armonía que marca el pulso de nuestras vidas. Es el compás con el que tu legado se esparce, como una diáspora, desde el instante en que decidiste dejar tu puerto para abrazar otros hermosos espacios del país.

Eres un padre ejemplar, fuiste un dilecto esposo, un soberbio abuelo y un entrañable bisabuelo que todo lo permite. Yo te saludo, viejo amigo, por tus sabias enseñanzas, por tu incondicional apoyo cuando caía y, porque tu sola mirada siempre fue el estímulo para levantarme y seguir. 

Esa alegría que destilas cuando te sientas frente a un piano te da esa mayéstica figura y prosapia que enorgullece a tu linaje. Las notas de tus arpegios están grabadas en cada surco de nuestros recuerdos y ese bendito compás que imprimiste a nuestras vidas, jamás se irá como símbolo de una generación que ponía en relieve el respeto a los mayores, el trato cortés y caballeroso hacia las damas, la protección a los niños y el imperecedero deseo de avanzar en la búsqueda de nuevos horizontes. Así, como cuando terminabas de interpretar alguna palpitante melodía, con la elegancia que te caracteriza y ese ritmo que tu cuerpo gustaba en expresar, las partituras de tu vida han ido pasando, dejando estelas del deleite que tienes al posar tus manos sobre el marfil y ébano de tu piano. 

Que tu abrazo de hoy, que cumples 95 años, siga dándonos ese calor que potencia y revitaliza, junto a esa profunda mirada que tanto ha visto y que nunca deja de enseñar.

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